Conseguir
esta entrevista fue una verdadera odisea. No porque fuera al otro extremo de la
ciudad, tampoco que no me contestarán el teléfono. Sino primero, por falta de
coordinación de tiempo y después, una gripe evitó mi encuentro con Doña Luzma
el personaje principal de esta historia.
3:30
de la tarde, golpeé a la puerta de la Sra. Luz Marina Ramírez, una bogotana que
dedicó muchos años de su vida al ciclismo. En su casa esquinera de 3 pisos, ubicada en el barrio Arborizadora Baja, en la localidad de Ciudad Bolívar fue
nuestro encuentro. Allí me recibió
aquella mujer que ya ronda los 58 años; quien me había advertido anteriormente
que se encontraba arreglando su jardín. Aún con tapabocas para cuidarse de una
infección en la garganta que hacía ocho días la tenía postrada en su cama.
En
realidad, su jardín contaba con unas 5 matas marchitas, ubicadas en las escaleras
que conducen a la terraza…”Perdonará el desorden pero mi casa es como
una finca” fue lo primero que me dijo. Llena de “cachivaches”
guardados en un pequeño cuarto, un perro viejo encerrado en una jaula, hecha con una pedazo de reja.
Me
dice con el carisma que la caracteriza “Siéntese Sumerce, ahorita comenzamos,
es que estoy organizando un poco” Antes de comenzar a hablar del ciclismo, que
era la razón por la que yo estaba allá, conversamos de política, de Petro, de
cómo fue que terminó muy enferma. Todo, mientras ella aún con fuerzas, lavaba unas canecas viejas que utilizaba para recoger el agua lluvia.
Ahora sí, hablemos de ciclas
A
sus 14 años, recuerda que inició su pasión por la bicicleta. Armó poco a poco la suya, es que con orgullo, me repite que ella no quería una cicla para mujeres,
sin barra y con la cabrilla recta, quería la que usaban los hombres. Fue así, como poco a poco consiguió la suya. “Mi
hermana me aviso que en el barrio (Puente Aranda) había una carrera, que
compitiera para ver cómo me iba, fue muy duro porque era la única mujer en esa
competencia. Las inscripciones costaban 20 pesos ¡Un dineral!, imagínese amiguita, si el salario mínimo eran 15 pesos, yo tenía que hacer peripecias para conseguir la
plata”
¿Cómo
hacia entonces? – “Mi mamita me ayudo,
ella tenía mucha fe en mí, ella fue mi primer patrocinadora” contaba mientras una sonrisa pícara invadía su
rostro. “Mire amiguita, mi primer debut
fue el circuito Apulo, Tocaima, Girardot. Éramos 76 participantes, y otra vez
yo la única mujer, fue una carrera muy difícil, porque los hombres no querían
dejarse ganar de una mujer. Esa vez quedé en el puesto número cuatro" Llegaron muchos
periodistas para entrevistarme, era la sensación” Aseguraba con un gesto de
orgullo en su rostro.
Después
de esa carrera, comenzó a cobrar por participar en ellas. Porque, como ella misma
lo dice, llamaba la atención de todos. $ 4.000 pesos por carrera era lo que
pedía. Nuestra
conversación en la terraza duro poco, había bastante brisa, el cielo ya
comenzaba a oscurecerse, advirtiéndonos que se acercaba una fuerte lluvia. Se apresuró
a guardar todo en aquel cuarto
abandonado. Tomó entre sus brazos a la millonaria, su matica, que al igual que
las otras, estaba marchita.
Bajamos
para continuar con la entrevista en la sala de su casa. Espacio adornado con fotos
de su época de deportista. Como le gusta la salsa, se autodenomina “Salsomatancera
Melomana” Tiene un retrato de
Celia Cruz, que da directamente al comedor y que es imposible no mirar. Me ofreció una taza de café. Curiosamente, es lo único que puede preparar en su cocina, porque aún no le ha
hecho los ductos para que el gas salga de la cocina o algo así, en verdad no le
entendí muy bien.
Su primer amor y su primer club
femenino de ciclismo…
Dicen
que cuando uno es de buenas en el amor, es de malas en el juego. Luz Marina
no era la excepción a la regla, en pleno
apogeo de su carrera conoció a su amor de toda la vida, o eso pensaba ella en
ese momento. Se casó y abandonó su carrera como ciclista. Vendió su bicicleta y
se dedicó de lleno a su matrimonio que duró 8 largos años. Después de terminar
esta relación, no todo fue tristeza, aún tenía fuerzas y ánimo para seguir.
En
1982, se reencontró con un gran amigo que le había dejado el ciclismo años
atrás. Efraín “el zipa” Forero, ganador de la primera vuelta a Colombia, fue él
quien la convenció de regresar al ciclismo y que hiciera parte del primer club
femenino de ciclismo. Dos años más tarde, participa en la vuelta a Colombia categoría femenina
en la que sale ganadora “La pitufa” y en la que ella llegó en el puesto número
8.
“El ciclismo es una
disciplina que deja amigos, y muchos conocidos, así conocí al dueño de Maquipan,
una empresa que fabricaba herramientas para panadería, él fue mi primer patrocinador,
aunque solo duré un año con este equipo” -¿Qué pasó, por qué se fue? “Mira, tuve una pelea fuerte con ese señor le dije hasta de que se iba
a morir y me saco”
La vuelta a Colombia, un 8vo puesto
sufrido…
La
tarde caía, el café ya se nos había acabado, pero aún teníamos mucho de qué
hablar. Ella tenía puesta la gorra con la que se estaba protegiendo del sol en
la terraza, recordó que tras la pelea con Maquipan, no pudo seguir compitiendo
por falta de dinero.
En
ese momento, en Cali, se estaba llevando a cabo la vuelta a Colombia en la que ella
quedó de 8. Competencia a la que ya se había hecho a la idea de no asistir, pero
como un ángel caído del cielo, aparece en escena Víctor Hugo Olarte, otro gran
amigo que le había dado la vida. “Estaba en
mi bicicleta entrenando, cuando él me vio. Le sorprendió verme aquí en Bogotá, le
conté lo que había pasado con Maquipan,- ¡No te preocupes! te doy lo del pasaje
a Cali y allá verán que hacen contigo – Me dijo. Así que empaqué maletas, mi
bicicleta y me fui, estando en el puente aéreo en Cali, me encontré con “tapitas”
Carlos Eduardo Tapias, periodista de radio súper, en ese momento, fue él quien
pagó mi inscripción y la comida”
La
organización del evento se estaba llevando a cabo en el Hotel Patacuy, allí
llegaban todos los competidores para hospedarse y hacerse los exámenes de
rutina. Ella con su compañera de lucha, su bicicleta, llegó hasta allí. Después
de salir del chequeo médico, fue a conseguir una habitación donde quedarse a
eso de las 6 de la tarde. “Ese hotel
quedaba en un sector muy feo de Cali, mire usted, haga de cuenta el Bronx aquí
en Bogotá. Yo ya tenía seguro la comida y la inscripción, pero me hacía falta
donde quedarme, le pedí el favor a muchos de los ciclistas (hombres) que me dejaran
quedar en sus habitaciones, pero ninguno accedió, que porque no era bien visto
eso”
- ¿Cómo hizo entonces? – “¡Don José!, ¡ah! A ese señor le voy a estar
agradecida toda la vida” imagínese amiguita, en ese momento estaban construyendo
unas habitaciones en el hotel, él era el que cuidaba esa zona, me dijo: Aquí atrás
hay unas habitaciones en obra negra, si quiere yo la dejo quedar allí, le paso
una colchoneta y un tarro con agua, es lo único con lo que puedo ayudarla.
Acepté sin pensarlo, me tendió la colchoneta en una esquina del cuarto, y cerca
de mí dejé la bicicleta, esa noche mi bolso me sirvió de almohada, Don José me
trajo un tarro de limonada”
Lo
que vendría después para ella, era un sueño. Estando en su habitación, llega Don
José y le dice que la buscan en la piscina del Hotel dos señores que vaya. Eran
“tapitas” pero esta vez acompañado de otro señor muy importante en Cali. “Tapitas me lo presentó, me preguntó si
venía con algún patrocinador, le dije que no. ¡Listo! Yo la voy a patrocinar ¿qué
necesita? Un acompañante no más, le respondí”
Después
de ese encuentro se quedó por vez primera en una suite, le dio uniforme y el
acompañante que había pedido. Fue la primera vez que viajó en helicóptero desde
Armenia a Ibagué. Por un derrumbe en un tramo de la vuelta, todo el equipo se
tuvo que trasladar en avión. La vuelta se acabó en Bogotá, ella volvió a su
realidad, pero con $50.000 pesos que le habían dado.
La vida continúa…
Bajó uno de sus cuadros colgados en la sala de su casa, en los que estaba todo el
equipo femenino de ciclismo de Postobon, le sacudió el polvo y me lo pasó. “Búsqueme ahí amiguita, a ver si me reconoce”
labor para nada sencilla, es que el tiempo no había pasado en vano, de aquella
mujer delgada, joven y vigorosa, ya solo quedaban los bonitos recuerdos.
Me
pidió el cuadro, tomó una pequeña lupa para ver bien el rostro de sus
compañeras, me dice los nombres, que aún recordaba. Porque el tiempo se habrá
llevado su juventud, pero no la buena memoria.
- - ¿Qué
siguió después?
- - Conocí
a Bernardo Caycedo, dueño de El zafarrancho de la moda. Con ese equipo también
dure un año.
- - ¿Qué
pasó?
- - Inconvenientes
técnicos.
-
¿Qué
hacías cuando no estabas en una carrera?
-
Vendía
perros calientes, forros y repuestos para bicicletas. Siempre fui una mujer
trabajadora.
-
¿Cómo
entras al equipo Postobon?
- Pues
mira, todo inició porque Pacho Rodríguez, venía de quedar 3ro en la vuelta a España, le menciona a Samuel Calderón, que en Europa estaban en furor los equipos
femeninos de ciclismo, que lo hiciera, fue así como convocaron a la mejores y
ahí estaba yo.
-
Y
ahí ¿Cuánto duraste?
-
Un
año.
-
¿Qué pasó esta vez?
- El
“zipa” quien era el entrenador del equipo, nos citaba desde las 6 am en la
Boyacá con primera, nos hacía hacer un
recorrido que nos dejaba mal, peleaba mucho con él por eso, hasta que me sacó. Dijo
en los medios que lo había hecho porque yo era indisciplinada…Terminamos mal, ya
sabes de los grandes amores (no porque
hayamos tenido algún romance, sino de amistad) surgen los grandes odios.
- Después
de Postobon, ¿ingresaste a otro equipo?
- Sí,
una noche Fernando Osorio me llamo, me preguntó qué había pasado con el “Zipa”
le conté y me dijo que no había problema, que si quería entrar al equipo que
ellos estaban haciendo, acepte y dure 3 años en el Café de Colombia.
De escribir y otros sucesos…
Poco
a poco, su vida como competidora deportiva iba llegando a su fin. Sin embargo, no se desligoó del mundo
ciclístico. Porque hizo de masajista deportiva, entrenadora e incluso de periodista
narrando las competencias de ciclismo.
Sus
ojos, reflejaban la emoción que le causaba hablar de su vida deportiva y de los
amigos que había hecho. Pero, hubo un instante, en el que el brillo de sus ojos
se vio opacado por lágrimas, fue cuando recordó que un cáncer se había llevado
a su hermana, “Duramos luchando 3 años
con esa enfermedad, dejé todo para estar pendiente de ella, pero no pudimos,
esa enfermedad nos ganó y se la llevó, aunque nos dejó a mi sobrino Juanchito, de 3 años, él es nuestra vida. Cuándo muere mi hermana, le sale una casita en
sierra morena, nos fuimos para allá, y monté un asadero”
-¿Con
el dinero que habías ganado como ciclista?
-
No chinita, con la enfermedad de mi hermana lo use, esa enfermedad te roba
todo, con prestamos.
A D
oña Luzma, no solo le apasiona la bicicleta, sino también escribir.
En 2007, mientras atendía su heladería leía historias, en esas vio que El Tiempo
abrió una convocatoria que se llamaba la “La ciudad Jamás Contada” y pensó que
ella podía escribir. Así que lo hizo, su amiga de toda la vida Margarita Rosa
le ayudo con las correcciones ortográficas, y es que Doña Luzma ha hecho de
todo en la vida, menos estudiar, cuenta que llego hasta 5 primaria. Su escrito
clasificó, un mes después la llamaron para conocerla, y en un principio nadie
creía que ella lo había hecho: “Vino Omar
Rincón a mi casa, se sentó ahí en esa silla en la que tú estas, y me dijo: ¡mire
escriba! cuando termine se lo mostré y me dijo: Si es usted la que escribe y
desde ahí lo hago”...